Un kilómetro es suficiente para que los sueños se cumplan
Por: María Eloísa Araújo
Mucho se habla de la riqueza cultural e histórica de la capital del Cesar, el vallenato, es la manifestación musical y folclórica de esta tierra, donde también se disfruta del maravilloso paisaje natural, de sus ríos, de la diversidad de flora y fauna y de una inmensa riqueza turística, que ha posicionado a Valledupar como un destino para visitar.
Uno de los mágicos lugares de esta tierra es el corregimiento de La Mina, a tan solo 45 minutos de la zona urbana, donde las majestuosas piedras blancas adornan el río Badillo, fuente de inspiración de grandes compositores vallenatos, ‘río de aguas diáfanas que se precipitan por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos’, tal como lo relata Garcia Márquez en su obra magna “Cien años de soledad”.
Allí en medio de esos paisajes, tienen asentamiento los kankuamos, uno de los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada, que conviven junto a campesinos de la región en medio de sus costumbres y tradiciones.
A esa tierra llena de encantos, han llegado por años los políticos de turno con sus eternas promesas que al final se convierten en sueños rotos y sin esperanzas; porque para este pueblo indígena, lo importante es la palabra y su relación con la Madre Tierra, que los alimenta, cuida y protege; sin embargo este inicio de marzo de 2024, se convirtió en una fecha histórica para el desarrollo de esta comunidad.
Sonia, es una mujer de más de 80 años, en su rostro se nota el cansancio, pero es optimista, con una aguja e hilo en sus manos tejiendo lo que es el fondo de una mochila me contó su historia, que es reflejo de lo que este pueblo por años ha pedido a gritos: atención.
“Vivo con mi marido que ya pasa los noventa y tantos, mis seis hijos ya todos se han ido, y solo nos visitan los nietos de vez en cuando. Pero en mi casa yo soy para todo, la que decido todo… él siempre dice: ‘ella es la que sabe’… y cómo no, si soy más joven”, dijo entre risas.
Esta ‘Mayora’ del pueblo kankuamo, tiene en su corazón la esperanza que ‘la despulpadora de frutas’, aquel proyecto que hace años se encuentra abandonado, por fin se ponga en marcha y que todos esos mangos ricos y nutritivos que ofrece su terruño, sean procesados para que el país y el mundo entero conozcan la riqueza de esta tierra prodigiosa y cómo da frutos de desarrollo. “Ahora sí, ya no vamos a botar los mangos que se pudren por no tener donde llevarlos”, expresó con alegría, Sara.
Hoy un pueblo integrado por más de 15 mil habitantes del resguardo, ven con esperanza la puesta en marcha del proyecto que la alcaldía de Valledupar inició con la construcción de la placa huella de poco más de un kilomentro que comunicará el pueblo, con la famosa despulpadora de frutas y el balneario La Mina, muy famoso en la región por ser de agua fresca y pura, pero sobre todo fría que encanta a propios y visitantes.
El potencial turístico de esta zona de corregimental de Valledupar es tanto, que lo que atrae a propios y extranjeros es entre otros atractivos, el contacto con la naturaleza en todo su esplendor, la majestuosa y grande Sierra Nevada, árboles frutales y la maravilla de la tranquilidad y la conexión con la Madre Tierra.
Un kilometro de vía con una inversión de alrededor de dos mil millones de pesos, pero que devuelve las sonrisas a los niños kankuamos que ya podrán llegar con mayor facilidad a su escuela, madres más confiadas en bajar a comprar sus abarrotes en el pueblo y miles de campesinos que mejoran sus posibilidades de traer sus cosechas para ser comercializadas en zona urbana.