Zapatos criminales
“El Cuento de Pepe”
Por: Pedro Norberto Araujo Castro
Ondas de Macondo había anunciado semanas antes la llegada del Presidente Carlos Lleras Restrepo con ocasión de darle figura política y administrativa al naciente departamento del Cesar, presidir el acto de posesión y tomar el juramento del primer gobernador de los cesarenses, Alfonso López Michelsen.
El alboroto y entusiasmo de la gente de toda la comarca era visible, seguramente arribarían a Valledupar copiosas comitivas procedentes de todos los rincones del Cesar y del vecino departamento de La Guajira.
Miguel Canales había amanecido en la finca la Montaña en compañía de su hermano Teobaldo, antes de las cinco de la mañana ya habían ordeñado las 60 vacas del corral y ya estaban listos para partir hacia Robles.
Al llegar a La Paz, deciden reposar las bestías debajo de un frondoso árbol de Higuito ubicado frente a la residencia de Juan José Arzuaga, suegro del maestro Rafael Escalona Martínez, quien impaciente esperaba a sus amigos para continuar su marcha hacia la nueva capital del Cesar.
Escalona le sugirió a su compadre Miguel, que antes pasaran por donde María Matilde, su esposa a cambiarse el calzado, la ocasión para asistir a tan importante acontecimiento requería una vestimenta acorde con la importancia y magnitud del evento.
Miguel Canales estuvo de acuerdo con el maestro Escalona pero prefirió pasar por el almacén de variedades de propiedad del señor Bernardo Cuello Gutiérrez, ubicado frente a las oficinas del Distrito 12 de carretera a comprarse unos zapatos nuevos.
Allí el encargado del negocio Mauricio Daza puso a disposición de sus clientes unos lujosos zapatos italianos marca Faitala, de mucho furor en la época por su estilo señorial y la delicada textura en fino cuero.
El dependiente del almacén advirtió a Miguel, que no había en el negocio un calzado que ajustara a su medida, en el inventario sólo existían unos número 39.
Teobaldo Canales, quien tenía deseos de llegar rápido a Valledupar y quien calzaba un número más que su hermano, le propuso a Miguel que cambiaran de zapatos mientras llegaban a su destino. Yo de aquí allá te los amanso, “vai a ve”.
Como lo habían acordado partieron en chiva y antes de llegar al río Cesar, Miguel y el maestro Escalona risueñamente se miraban al notar que Teobaldo venia incómodo y angustiado por la molestia de los finos zapatos.
Al arribar a su destino encuentran la plaza Alfonso López, repleta de personajes provenientes de muchas partes, el entusiasmo era desbordado, era una fiesta única, nos independizamos oficialmente del departamento del Magdalena Grande.
La brisa proveniente del nordeste aquel 21 de diciembre de 1968 era fresca, la muchedumbre festejaba entre risas y aplausos dando la bienvenida al presidente de todos los colombianos, Carlos Lleras Restrepo.
Miguel Canales, astuto como de costumbre, se refugió en la casa de los Pavajeau, y pícaramente observaba desde las ventanas a su hermano Teobaldo, pisoteando el calzado en forma de chancletas y echándose fresco en los pies para amainar la hinchazón, producto de lo apretado que le quedaban los zapatos.
Miguel, por su parte, disfrutaba su fiesta bajo el clamor del acordeón de Alfredo y Colacho, el deguste de fino licor y el abrazo parrandero de sus amigos vallenatos como Darío y “El Turco” Pavajeau , Rafael Escalona, Leandro Díaz, Pepe Castro, Tirso Maya, Hernando Molina Céspedes y de importantísimos amigos y políticos provenientes de Santa Marta y Bogotá.
Al retornar a La Paz, ya Teobaldo había devuelto los zapatos a su hermano y éste, quien no los aguantaba, descalzo prefirió caminar sin ellos.
Al pasar por la esquina de la residencia de los hermanos Ildefonso y Marcó Torres se distraían y conversaban animosamente con amigos en una mesa del juego del dominó. Claudicó Arzuaga , quien estaba enamorado de los zapatos, le propuso a Miguel hacer un trueque.
Vas a ver Migue como te los amanso, Miguel por su parte, agobiado y fatigado por la talla que habían hecho a sus pies los zapatos asesinos, partió hacia su residencia a descansar.
A las 5 de la mañana alguien tocó fuertemente la puerta de la casa de Miguel Canales, al abrirla María Matilde, notò ofuscado a Claudino, quien sin mediar palabras lanzó los zapatos en medio de la sala y dijo en voz alta: podei decile a Miguel que me envíe mis zapatos, que ahí le dejo sus zapatos asesinos.
Miguel Canales con el paso del tiempo los cortò con una navaja modificando su apariencia y convirtiéndolos en chancletas. Fue tanta su inconformidad por no poderlos amansar que aprovechó una creciente para lanzarlo a las aguas enardecidas del río Mocho.