Zunilda
“El Cuento de Pedro”
Por: Pedro Norberto Castro Araujo
San José de Oriente es una población arrimada en un hermoso canal, incrustado en las estribaciones de la Sierra del Perijá, de la cual tengo gratos recuerdos, allí mi padre “ Pepe Castro “ mantuvo gratas amistades; allí encontré a Zunilda, una anciana de más de 90 años sumida en una aparente pobreza pero en su rostro simbolizaba la alegría de muchos años dejados atrás cuando se encontraba en la flor de la primavera; al reconocerme trajo a su mente muchas historias de su pasado las cuales reconstruyó una a una para comentármelas y extraer de ellas muchas anécdotas positivas que marcaron su vida en sus años mozos y los cuales recuerda con alegría.
Cuando joven mantuvo un noviazgo con un galán oriundo del municipio de La Paz quien al pretenderla la colmó de detalles y la complacía en lo que pidiera; ella satisfacía sus deseos con cariño y a cambio entregaba a él la ternura de sus mejores años, sin embargo él sentía que no era suficiente por cuanto en la intimidad sabía que no lograba consumar un ardiente fuego sino por el contrario lo que debía ser una desbordante avalancha de pasión se convertía en un juego de sonrisas y cosquillas. El bastante incómodo tomó la decisión de alejarse de ella; tiempo suficiente para que a Zunilda le calentara el oído don Carlos, un hombre mucho mayor que ella y quien le triplicaba en edad y a la vez familiar del joven galán.
Este hombre dotado de muchos atributos y sobre todo de la experiencia que le da la vida a los seres que hemos recorrido trayectos largos en el tema del amor.
Don Carlos conquistó con mucho tacto y sapiencia la pasión de esa joven mujer; quien se entregó en los brazos del experimentado picaflor y quien la accedió con mucha hombría y ella entregada en sus redes se desbordó en quejas de mucha pasión y amor.
Situación que llegó al oído de Teobaldo quien sin espera ni disimulo, ardido por lo sucedido increpó a la joven adolescente y le dijo: No te da pena andar con ese viejo? Dejaste a esta golosina por ese pellejo.
A lo que Zunilda le responde: Si, te cambié a ti mi golosina, quien en el amor solo me hacia cosquillas por ese pellejo, pero los dotes que tiene ese viejo no los tienes tu ¡pendejo!.