A mi amigo Kajuma
Por: Mario Aristizábal
Yo solo pasaba mis 20s, y en medio de una taberna pletórica de latinoamericanos y europeos amantes de nuestra cultura musical, silenciados por los altos acordes de la salsa, y las risas estridentes de los presentes, llegó a mi vida Kajuma, el más irreverente e iconoclasta de los mortales. Fue Bélgica la sede de nuestras locas y geniales aventuras; un destartalado edificio sobre la Rue de Pigeon, en el distrito 1040, fue el mudo testigo y nuestra eventual común morada, epicentro de largas tenidas sobre pintura, vida social y humildes secciones masticables; allí junto a fraternales compañeros: Vigoyo, La Abeja y otros que hoy el tiempo me borra; pudimos conocer de sus orígenes motilones, de su inmenso amor y trabajo por el arte pictórico, y por periodos, compartir un viejo saco de dormir bien golpeado por el tiempo, que sobre el frio piso de madera no mostraba su final, de esa reverencial admiración por la mujer, a la misma que ataviado de licor y lujuria, complacía bailando desnudo, sobre las mesas del Puma, nuestro amado recinto de farra y diversión. Con ese aún muy joven Kajuma, aprendimos un poco de su sentir y vivir, muy especialmente en tiempos de la hostil nieve y frio intenso, cuando la escasez fruto de la poquísima actividad de retratista que ejercía en la bella Rue de Boucher no le permitía contar con la abundancia de francos belgas, esos mismos que entregaba entre otros, a taxistas bajo la orden: “Je vais fair un promanage autour Bruxelles, jusque tout la argent c,est finnit.”La desjuiciada actitud de no guardar para el hostil invierno y tener que sobrellevar la escasez del momento; estado que decía amar por ser la fuente de su creación y según él, de todos los creadores.
Bajo este marco de ricas vidas intelectuales, e incontables pobrezas materiales y deficiencias afectivas, nació una muy cercana amistad, desdibujada por la distancia y la maldita actitud de postergar lo añorado. Hoy debo maldecir no haber podido retomar nuestras charlas conceptuales sobre el por qué de su búsqueda del arte, pasaba por desfigurar su don del impresionismo, por mostrar sobre la impresión bella y clara un abstracto, un collage y cuanto movimiento pictórico apareciera. La vida no nos permitió saldar su deuda con mi felicidad de haber podido a costo de los ahorros dados por mi madre, ante cualquier eventualidad y necesidad de mi retorno a Colombia, que pudiera Kajuma visitar la exposición de Dado, su pintor yugoeslavo amado, esa dicha no se la llevó el maestro. Me duele no haber podido realizar una obra con mis tres hijas, tema que hace muy poco, días tal vez, abordamos.
Fueron muchas las vivencias y recuerdos en el alma, hoy partiste primero amigo querido. Espérame dónde estés para que las locuras retornen a esta vieja existencia ya sin esperanza… Adiós.