Opinión

La historia con cierto sentido

Por: Patricia Berdejo

Ilustración: Allan McDonald.

Alguien decía que la historia es un profeta con la mirada puesta hacia atrás. Y que por lo que fue, nos puede anunciar lo que vendrá. Por la misma razón, un gran pensador del S.XIX afirmaba que aquellos pueblos que no recuerdan su historia, están condenados a repetirla. Es por esto que es vital estudiar el pasado: para entender lo que hoy somos y hacia dónde vamos. Y aunque parezca paradójico, para conocernos mejor, es fundamental estudiar a los demás. Así podremos conocer nuestras idiosincrasias, con todas sus implicaciones, en la medida en la que podamos compararnos y analizarnos con otras cosmovisiones. 

Para esta tarea de autoiluminación debemos crear una nueva pedagogía, una forma de decir y de contar, como dijera Nietzsche, en la cual se note la pasión que agita la sangre. El verbo leer no admite el imperativo, al igual que el verbo amar: muy pobres resultados de decir. “Te ordeno que leas, o te ordeno que me ames”. La idea es despertar la pasión y, aunque suene paradójico, enseñar a los docentes lo primero: enseñarles a enseñar. 

Un buen maestro de historia se convierte en lo que hoy parece imposible y siempre ha sido un sueño deseado: viajar en el tiempo. En una mañana podremos ir al África para ver a los primeros humanos, cuando empezaron a caminar, hace 140.000 años. O ser testigos del nacimiento de la filosofía y de la ciencia en la antigua Grecia, podemos asistir, si tenemos suficiente valor, a la muerte de Sócrates, obligado a beber la cicuta. Y si seguimos con momentos que estremecen, viviremos y sobreviviremos a la peste negra, a la inquisición, y veremos a un grupo de hombres cruzando el mar Atlántico en tres carabelas buscando llegar a las Indias, y verlos tropezar con un continente que después llamaron América, el único que iba del polo norte al polo sur. Si nos parece poco, seremos testigos de los inicios de la aviación, de dos guerras mundiales en el S.XX y su colofón con las bombas de Hiroshima y Nagasaki. 

Todo esto, sin movernos de nuestra silla, para ver pasar la historia de la humanidad: es algo que no pueden hacer los millonarios del planeta, salvo que tengan ante sus ojos un buen libro. Y nosotros, tan desprovistos de poderes y riquezas, también podemos hacerlo a nuestro antojo. Prodigios que solo nos permite la lectura que, con su hermana, la escritura, son los más altos logros del espíritu humano. 

Lo anterior, para celebrar que un compatriota colombiano, Ramiro Díez, enraizado en Ecuador, cumpla con esa tarea: la de llevarnos de la mano por las cimas, por las profundidades y los vericuetos, por las luces y las sombras, ¡y los asombros! de la historia universal. Este trabajo lo realiza en complicidad con su hija Reina Victoria. 

Por esas deliciosas serendipias que nos depara la red, descubrí su canal Con cierto sentido: un espacio con magia, que nos lleva, entre alucinados y agradecidos, por los momentos estelares de la humanidad y de la cultura, en sus más ricas facetas.

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