Cuento

La grabadora 

“El Cuento de Pedro”

Por: Pedro Norberto Castro Araujo 

Orlando,  de apellido Támara hace varios años trabaja en una de mis propiedades; le tengo vara por ser voluntario y de buen ambiente al momento de  realizar sus labores en el campo de la ganadería. 

En nuestro hato a Támara le hemos apodado con el seudónimo de “El cantante” por cuanto desde las primeras horas de la madrugada, cuando empieza la faena laboral, se levanta para el ordeño con alegría, optimismo y lo primero que hace antes de encender  las luces del corral, es poner a todo timbal un equipo que expulsa más de mil decibeles de sonido. De hecho cuando no está y no hay quien lo prenda, las vacas no dan leche.

“El cantante” cumple con sus deberes, pero a la hora de recibir la quincena lleva en mente aquella frase del compositor Rafael Valencia “La caja negra” interpretada por Poncho Zuleta “El hombre que trabaja y bebe, déjenlo gozar la vida” de hecho a quien le gusta el barro carga el terrón en la mochila y como dice el “Rey” Carvajal, a quien le gusta el jolgorio y la parranda no espera quincena para aplicarse sus amarillitos y tomarse sus cervezas  bien heladas.

En alguna ocasión Támara salió a Mariangola, a aprovisionarse de algunos comestibles, cuando pasaba por la cantina se entusiasmó al escuchar una canción de Fabián Corrales, interpretada por el Cacique de la Junta “Así me hizo Dios, contento y enamorado”; decidiendo esquiñar la platica de la quincena para beberse unas cuantas cervecitas.

Como a las 2:00 de la mañana, cuando la policía ordena cerrar  el bar sale a deambular por las solitarias calles de la población, en alguna de sus esquinas aburrido y con ganas de seguirla encuentra a un señor bastante ebrio, recogiendo unos asientos y enrollado una extensión donde tenía conectada una grabadora que todavía sonaba.

“El cantante” de inmediato se acercó y le propuso al buen hombre que no apagara la grabadora que él mandaba dos botellas de caña. Al bebérselas ya el hombre con sueño le anuncia a su nuevo amigo que quiere acostarse; “El cantante” le insiste y le propone comprarle la grabadora a lo que el hombre accede y se va a dormir.

Orlando, con grabadora  en hombro y botella en mano continúa la fiesta, hasta quedarse sin un peso. 

A las 7:00 de la mañana al encontrarse sin plata se devuelve a casa del buen samaritano quien horas antes le vendiera la grabadora, el hombre al abrirle y con lagañas en los ojos. Escucha la propuesta del  cantante quien de inmediato le propone:

“Lévantate, te vendo la grabadora  que con la plata que me des compramos más botellas y seguimos bebiendo”.

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