Opinión

Año Nuevo Consciente


Por: Eduardo Vargas M.

Celebraciones de Año Nuevo hay muchas: el maya, en julio 26; el judío, en septiembre 15; el chino, en enero 22; y el que iniciamos hoy. Más allá del festejo y la fecha, lo importante es que para cada nuevo ciclo ampliemos la consciencia.

Mientras no expandamos nuestra consciencia seguiremos siendo meros juguetes del destino, que está hecho para torcerse, no para realizarse.  Cumplirlo es seguir la programación que traemos de nacimiento, reforzada por la familia y la cultura, con nuestras respiraciones contadas, con nuestros días y nuestras noches en cuenta regresiva hasta llegar al punto cero de nuestra muerte física, con nuestro ego campeando a sus anchas: es la vida en automático, esa que favorecen nuestros sistemas educativos diseñados para obedecer, sin análisis y mucho menos sin síntesis; la vida alimentada por el sistema multimedia del entretenimiento, que nos vende por todos los canales existentes numerosas fórmulas de felicidad y distracción en abundancia, y muy pocas vías para re-crearnos y alcanzar el gozo. 

La re-creación y el estado gozoso nos permiten estar despiertos, y a eso podemos apostarle. *Por eso no te deseo hoy feliz Año Nuevo. Deseo que desarrolles un Año Nuevo Consciente. Eso también lo estoy construyendo para mí, pues es un ejercicio permanente de auto-observación en medio de la incertidumbre.  No nos echemos cuentos: la vida no mutó porque anoche dieron las doce e hicimos rituales bonitos de comer uvas, abrazarnos y manifestarnos paz y alegría sin límites, algo que en realidad podemos hacer todos los días.*

La vida cambia porque es su naturaleza y nosotros cambiamos si hacemos el esfuerzo.  Esa es mi invitación: a que hagamos transformaciones conscientes, que nos permitan crecer y estar abiertos a que la vida nos depare momentos alegres, así como preparados para cuando tengamos problemas por resolver.

Hoy, cada día, podemos ser conscientes de nuestra respiración. Podemos comer en forma consciente, degustando cada sabor, experimentando cada bocado.  Es posible abrazarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de la grandeza a la que estamos llamados, y honrarnos. Podemos abrazar a los otros, para honrarles en presente: a nuestros padres por debajo de sus brazos; a nuestros hijos por encima; a nuestras parejas y amigos con un brazo por arriba y otro por abajo, para que todos ocupemos el lugar que nos corresponde.  Es posible elaborar rencores, rabias, miedos y dolores, para aliviar la existencia y alcanzar el gozo.

Podemos, conscientemente, agradecer por la chispa divina que nos conecta con Dios y, de a poquito -cada quien a su ritmo y con sus dificultades-, lograr que aquello de ayer que nos turbaba y espantaba ya no lo haga hoy. Difícil y posible, si ampliamos la consciencia.

Tomado de : El Nuevo Siglo 

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