“El cuento de Pepe”
Chimichagua, la tierra de La Piragua
Por: Pedro Norberto Araujo Castro
Como ser humano, Ovidio Ovalle Muñoz, ostentaba una doble faceta en su personalidad; se caracterizó por ser un hombre de trabajo pero a la vez era un ser humano envidiable en la bondad ello lo convertía en amiguero y parrandero. Era amigo del maestro Rafael Escalona, de Leandro Díaz, Beltrán Orozco, Andrés Becerra, Alfonso y Lucho Murgas Muñoz, Efraín Muñoz Garrido, Antolín Araujo, el Negro Calde y de muchos parranderos de la región quienes al encontrarse, era fácil verlos soltar sin mayor esfuerzo, carcajadas, festejando sus jocosidades; era enriquecedor verlos entrelazar abrazos de amistad y verlos estrellar copas al brindar en su felices encuentros y verlos beber un saludable escocés.
A Ovidio nunca le gustaba andar solo, por ello siempre se hacía acompañar de dilectos amigos sobre todo cuando programaba un viaje hacia su finca ubicada en el centro del departamento del Cesar en el municipio de Chimichagua. En alguna ocasión invitó al “ermitaño” a que lo acompañara a Chimichagua la tierra natal de Alfonso Cotes Queruz, quien recibiría un merecido homenaje por parte de las autoridades locales.
Miguel Canales no quería salirse de la montaña, paraje circundado por el río Pereira en el que se había internado hacía muchos meses. A Ovidio no le costó mayor esfuerzo en sonsacar a su amigo para que lo acompañara por una semana a la capital de la ciénega de Zapatosa, solo bastó decirle que se beberían dos cajas de Wisky y que irían acompañados por Jairo Becerra, Carlos Lleras Araujo y el trío de guitarras de San Diego de Hugo Araujo, Juan Calderón y Antonio Brahin.
Al llegar a Chimichagua Miguel afanaba a sus amigos para que se fueran ligero hacia las fiestas patronales de la Candelaria, Camilo Namén los esperaba con suculento guiso de chivo y morrocòn, bagre en salsa y carne salada asoleada al sol. Ante la impaciencia de Miguel, Ovidio le decia: Tené paciencia vamos a dejar colgadas las hamacas por cuanto si llegamos borrachos ya tenemos donde amanecer.
Miguel por su lado no paraba bolas, más bien se le hacía agua la boca al pensar que Camilo los esperaba con una caja adicional de fino escocés. Haciendo caso omiso de las recomendaciones de su amigo, partió hacia las fiestas sin dejar colgado su chinchorro. Al regresar como era de esperarse, Miguel borracho no dió para colgar su hamaca decidiendo tenderla en el piso y acostarse sobre la misma.
Normalmente Chimichagua marca niveles altos de evaporación dada la proximidad con la ciénaga, sobretodo en los meses de octubre en temporadas de lluvia cuando la atmósfera pinta agua, los vientos se paralizan ocasionando días y noches mucho más calurosos que de costumbre, los insectos aprovechan su cuarto de hora para volar con tranquilidad y hacer de las suyas.
Era tan tremendo el calor, que Ovidio sacó de su hamaca su pierna derecha para apoyarla en la pared y lograr conseguir un vaivén con un doble propósito, atraer el viento y espantar los zancudos que se lanzaban de punta contra la humanidad de Miguel quien yacía en el piso quejándose de los mismos y del calor; Ovidio angustiado y con la piedra afuera porque su amigo no lo dejaba dormir y en desquite le decía: Miguel callate/ Ovidio está haciendo mucho calor/ Migue, mecete, es que hay muchos zancudos Miguel, mecete.
Hasta aquí el cuento de Pepe en la edición cultural de los viernes para hoy 24 de junio del año 2022.