Hernán Morón Cotes (Q.E.P.D.)
“El Cuento de Pepe”
Por: Pedro Norberto Castro
A mediados del siglo XX Rafael Castro Trespalacios y Pedro Olivella Araujo tuvieron la visión de educar a sus hijos Álvaro Castro Socarrás y Juan Carlos Olivella Araujo en las universidades más prestigiosas de la ciudad de Paris. A mis parientes siempre les escuché hablar de la importancia de la Republica Francesa en el acontecer de la historia de la humanidad y cómo siglos atrás mantuvo por décadas una Monarquía soberana desde Luis XIII hasta Luis XV seguido del derrocamiento de la misma por la Revolución Francesa, la reaparición de la Monarquía con Luis XVI y la ruptura definitiva de dicho sistema de gobierno con la aparición de Napoleón Bonaparte en el poder. Durante siglos Francia fue una potencia mundial predominando en ella la cultura, el arte, la culinaria, la moda y la belleza.
Hoy desde acá escribo estas líneas con mucho pesar: “El Cuento de Pepe” se encuentra de duelo, murió un gran hombre, noble y sencillo. No es fácil accionar el intelecto y plasmar ideas en un papel cuando tienes acongojada el alma, encuentro una familia y un pueblo compungido en el lamento de haber perdido uno de sus seres queridos, sobre todo de las condiciones y calidades humanas de aquel patriarca de la familia como lo fue Hernán Morón Cotes.
Los Morón en pleno nos encontramos de luto, hemos perdido uno de nuestros principales pilares, aquel hombre de sanas costumbres que acreditó por años el buen nombre de la familia.
Su honradez, sinceridad, familiaridad y capacidad en el trabajo lo caracterizaron durante toda su existencia. Bondadoso, afectuoso y lleno de virtudes y calidades humanas que lo convirtieron en un ser Inigualable comprometido con la sociedad, la familia y los amigos.
Hijo de José Antonio y Eloísa Raquel, aquella matrona quien en los años 80 en competencia leal y de amistad con Cira Oñate de Muñoz, le hacían frente al negocio del queso comprando a gran escala el producto lácteo que abundaba y se perdía en la provincia, dándole oportunidad a los productores agropecuarios para que los sobrantes de leche cruda no se la arrojaran a los cajones de los cerdos. En aquel entonces Venezuela necesitaba de ese producto y fueron dichas mujeres, una sandiegana y otra pacífica, quienes de frente abarcaron el mercado regional para suplir las necesidades del hermano país.
Hoy, lejos, desde las riberas del Tíbet y del Sena escribo esta columna en honor a Hernán Morón, brindo a su esposa, hijos, nietos y hermanos este pequeño homenaje para rendir culto a su memoria, pidiéndole a los nuestros una oración invocada al creador para que lo reciba con un cortejo de ángeles revoleteando por todo el firmamento acompañados con trompetas y violines dándole la bienvenida en el cielo para que duerma rendido a los pies del Señor.