Juana Arias y el padre Becerra
“El Cuento de Pepe”
Por: Pedro Norberto Castro Araujo
Una señora patillalera muy elegante vestía de negro causó en el Valle una gritería porque la nieta que más quería, la pechichona, la consentida, un dueño de carro cargó con ella.
Juana Arias llegó a Valledupar en busca de don Pepe Castro, que en aquel entonces fungía como alcalde de Valledupar. Su propósito, denunciar el rapto de su nieta Juana Bartola, quien la noche anterior se había fugado con Alex, alias “El Perreyeye” , hombre mayor y experimentado, comerciante de tabaco y wisky traídos de contrabando desde Maicao hasta Valledupar. Mercancía transportada en su flamante automotor, el Chevrolito, afamado en toda la región.
A Juana le informaron en la alcaldía que el señor alcalde y demás autoridades no se encontraban en la ciudad, pues acompañaban al burgomaestre a una ceremonia religiosa oficiada por el señor obispo Monseñor Vicente Roig Villalba con ocasión de las festividades del Cristo de Mariangola, viajaron en compañía del inspector de Policía Bernelys López, el director de la cárcel del Mamón, Darío Hernández, el secretario de educación, el profesor Gustavo Cotes Fernández y el inspector de pesas y medidas, Rafael Suárez Araujo; comitiva recibida por el inspector local Enrique Ariño y Víctor Arias.
Aturdida y aburrida, Juana Arias, atravesando la plaza mayor llegó a buscar ayuda a casa del “Turco” Pavajeau. Allí “Romoca” y Carmen Montero le sugirieron hablar con el cura. Ante la impotencia, a Juana Arias no le quedó otra opción que irse a la iglesia a quejarse con el presbítero.
El Padre Armando Becerra, quien era ampliamente reconocido por cuanto desde sus inicios sacerdotales había oficiado en las comunidades de Patillal en la iglesia de la Virgen de las Mercedes y en la de Atanquez en la iglesia de San Isidro Labrador y ahora como presbítero a cargo de la iglesia de la Virgen de La Concepción.
Juana Arias al relatarle las circunstancias de la visita, le pide al sacerdote Becerra Moròn: “Padre, case a mi nieta porque el novio se la sacó”.
El padre con la chispa que caracteriza a todos los Moròn le dijo: Tranquilízate Juana Arias, déjate de tanta vaina el no se la sacó, se la metiò, quédate tranquila que tú por acá muriéndote y ellos tranquilos mascándose la cabuya.