Refugiados de la incertidumbre global
Por: Jorge Sagastume
Todas las personas migrantes necesitan una protección de sus derechos; así como los desplazados forzados internos, solicitantes de asilo y los refugiados por razones humanitarias y climáticas. Pero, ¿quién protege a los refugiados de la incertidumbre global y a los damnificados de la vida? La incertidumbre que percibimos viene del entorno y el entorno actual, no es el mismo de hace diez años.
Aunque no se ha establecido como categoría dentro de la salud mental, en la psicología social, inclusive, dentro de la sociología del desarraigo; los refugiados de la incertidumbre global, exponencialmente son una población en crecimiento, pero, ninguna disciplina se ha detenido a estudiarla.
Existen estudios que definen la incertidumbre desde un punto de vista clínico, pero abordarlo desde el enfoque de la metafísica del desamparo, no creo que exista.
La incertidumbre, al igual que el estrés y otros estados de ansiedad, produce daños irreversibles en el ser humano. ¿Pero, cómo se puede definir hoy día los refugiados de la incertidumbre global? , ¿acaso se puede volcar a la teoría del método experimental o del método científico para acercarnos a una tentativa conceptual y a partir de allí delinear una teoría de la incertidumbre de los refugiados a nivel global?
¿Podrá tener raíces epistemológicas, de manera que podamos entenderla dentro de una corriente filosófica o sociológica? Pero la incertidumbre de los refugiados a nivel global, como constructo teórico al cual podría acuñar, para ubicarlo dentro de un contexto de una disciplina empírica o científica; simplemente, no creo que exista evidencia.
Pero sí existe suficiente hipótesis para abordar, las posibles causales que desembocan en el origen de la población que se puedan catalogar como los refugiados de la incertidumbre global.
Parte de esta reflexión reside en que estamos en la era de las epidemias, unas más viejas que otras: epidemia de virus, nos condujo a la epidemia del miedo, epidemia de la desafección política, es decir; de la pérdida de confianza de la ciudadanía hacia la clase política, nos conduce a la epidemia de la abstención política, epidemia de corrupción nos lleva a la epidemia de la impunidad, epidemia de los carteles de la droga vinculado a las estructuras del poder de los Estados, nos lleva a la epidemia de las estructuras criminales dentro del Estado.
Recientemente, la epidemia del coronavirus nos llevó a la epidemia de un miedo estructurado y, lo peor, a sentirnos tan vulnerables y desprotegidos, como jamás nos habíamos sentido.
Los ricos del mundo, algunos que no forman parte de los privilegios de los círculos de poder, llenaron sus yates de comida y se fueron, junto a su familia, al centro del océano, lo más retirado posible del alcance de las cepas del virus.
Los pobres no tienen ese privilegio de llenar sus neveras (para comenzar no tienen neveras) y luego irse al centro de sus casas para blindarse de las cepas de los virus que hoy día han mutado y nos pasan diciendo que existe un nuevo brote de otra variante, siempre más agresiva que la anterior y con nuevos síntomas. Y así la incertidumbre sigue, es imparable. Es una especie de dictadura.
La literatura de la incertidumbre asume como aquella situación que carece de información, yo agrego, además, el exceso de información produce también incertidumbre, pues muchas veces es contradictoria y ambigua, tal fue el caso de la batería de información que nos llegó al inicio de la pandemia del coronavirus; información que lejos de informar y sensibilizar, provocó un miedo terrible y una confusión enorme. Al final, se construyó y fortaleció una pavorosa incertidumbre colectiva.
Los medios masivos de comunicación, las redes sociales, las cadenas oficiales de radio y televisión, la tertulia en el barrio, en el mercado, en la calle, todo estaba impregnado de incertidumbre, cuando del virus se hablaba.
El miedo y los refugiados de la incertidumbre global no existen a partir del coronavirus, el virus sólo los descubrió y los puso en evidencia. Así como puso en evidencia que no somos nada en un mundo de tecnologías, fibra óptica, avances científicos, etc.
Mientras las cepas de un nuevo capitalismo global se empiezan a construir en aras de tejer un nuevo orden mundial, donde la supremacía y la hegemonía del poder de dos super potencias, digamos hasta tres, deciden qué hacer con este barco tartamudo de miedo y oscilante llamado destino.
Perfil del columnista
Jorge Sagastume se dedica desde hace 20 años a temas de migración y desarrollo, trabajando para la Organizaciones de las Naciones Unidas para las Migraciones OIM, en El Salvador, Chile, Perú y Ecuador, Guatemala y Belice. También ha trabajado para USAID, en Honduras y en el presente trabaja para la Fundación “Ayuda en Acción”, coordinando un proyecto para fortalecer el arraigo y prevenir la migración irregular en la Zona del Trifinio, entre Guatemala, Honduras y El Salvador.