Crónicas Opinión

Añoñi

“El Cuento de Pedro”

Por: Pedro Norberto Castro Araujo

Eran épocas de gloria para los nuevos intérpretes de la música vallenata Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Rafael Orozco y Beto Zabaleta; voces líderes de agrupaciones que cada día tomaban más cuerpo, lo que permitía que cada vez  volaran con alas propias y se destacaran  en escenarios de alto espectro como en  los connotados bailes organizados en el Club de Leones de La Paz.

Eran fiestas organizadas con ocasión de las festividades del santo patrón de los pacificos en honor a San Francisco de Asís, que se brindaba con una excelsa parrilla musical, lo que aseguraba que el baile fuera todo un éxito, eran bazares fuera de serie, se convertían en una correría de personas provenientes de todos los rincones de la costa, quienes atraídos por el acordeón, se deleitaban de la buena música. Siempre evocaré en mi memoria los nombres de César Daza Díaz, Kike Cotes, Marino Zuleta, Gustavo Gnecco Oñate y Hugues Araujo Morón; leones destacados en la actividad leonistica quienes fueron ejes en la organización de estos eventos folclóricos.

En vísperas de un 4 de octubre y dada la alta promoción e invitación a asistir a la KZ, difusión realizada a través de los canales de comunicación de los 50 kilovatios de potencia en antena de la emisora Radio Guatapuri,  una amiga convidó a su esposo para que la complaciera llevándola a bailar a los salones sociales del Club de Leones La Paz San Francisco. 

El esposo, pese a sus múltiples ocupaciones organizó su agenda y en aras de complacer a su esposa, decidió llevarla a bailar, lo que para muchos, seguramente se convertiría en una velada romántica de amor y placer. 

Como era de esperarse, Romualda se preparó de uñas de manos y pie, desde el día anterior retiró de donde su modista el vestido de seda para la ocasión y se enrolló el cabello en tubos color tierra lo que le permitiría obtener más volumen y brillo en su cabello, previamente al baile se maquilló con coloretes acorde con la ocasión y se se bañó en perfume con colonias seductoras que encantaban a su pareja.

El baile contó con una copiosa asistencia, los esposos bailaron plácida y amorosamente toda la noche. A las 2:00 de la mañana Brunaldo le dice a su esposa, mi amor necesito irme a constatar las ventas en el negocio. Ellos tenían en la misma residencia  un negocio de víveres, abarrotes y venta de licores finos. De su parte ella no puso obstáculo alguno y sin reparos dejó marchar a su pareja. Ella quedó acompañada de familiares y amigos, pero a los minutos al no tener con quien bailar, se aburrió y entre sollozos y bostezos el sueño la dominó, lo que la hizo retornar rápidamente a su casa.

Al ingresar a su hogar deslizó la llave  con mucho cuidado por la hendija de la cerradura y caminó en puntapiés hacia su dormitorio, agarrando sus tacones con la mano izquierda en aras de no hacer bulla y despertar a su esposo; lo mismo hizo al estar frente a la entrada de la habitación principal, giró y a la vez empujó suavemente la puerta; al abrirla encontró al fondo una silueta de dos personas quienes a borde de cama intercambiaban placer y amor. De su parte ella al encender la luz, sorprendida le dice a su esposo: Y eres tú Brunaldo, a lo que el sin reparo, vacilación alguna y con sonrisa a flor de labios, le responde: ¡Añoñi!   ¡Estoy es sabroso!.

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