La esperanza del Año Nuevo
Por: Roque Filomena
En el ciclo interminable de una generación tras otra, siempre la esperanza que rodea la ansiedad de un nuevo año estará prevaleciendo sobre los recuerdos vanos del año que termina, por eso es normal decir o escuchar frases como “solo espero que llegue el año nuevo para avanzar con paso firme”, pero sabemos que son sólo expresiones de deseo porque lo único que avanza inexorablemente es el tiempo, que a su propio paso nos trae, sin tropiezo, un nuevo calendario.
Son muchas las personas que le achacan la culpa al año viejo, cuando las cosas no se dan como se deseaban o cuando ha sido la calamidad la que ha llegado, y siembran entonces, nuevamente, la esperanza en el año nuevo, creyendo una vez más que por efecto de algún hechizo todo cambiará automáticamente luego de las doce campanadas.
Las expectativas se renuevan con el nuevo año que llega, al tiempo en que crece la nostalgia por el año que se va y se le despide con tristeza y desconsuelo porque se le acabaron los días y no pudo conquistar los sueños y anhelos de una vida mejor, y muchas veces, se le insulta y se le quema como un trasto viejo.
Pero lo importante es mantener viva la esperanza de una nueva ilusión que se conjuga con la magia y el encanto exactamente a la media noche del 31 de diciembre, que permite desear en un instante todo lo que se ha ansiado durante el año, incluso toda una vida, porque empezar un nuevo año es replantearse una vida nueva, y como dice la canción “más alegre los días serán, con salud y prosperidad”, que, para lograrlo, se requiere estar plenamente convencido y rodeado de positivismo. De lo contrario, es probable que no se cumplan los objetivos trazados y todo se quede en los típicos deseos de la celebración.
Con los primeros días del nuevo año vuelve la tranquilidad, la mesura y la prudencia, para comenzar a sembrar nuevamente el camino ya despejado del alto componente emocional y de cargadas fantasías, para cosechar mejor el tiempo, para recuperar el equilibrio que se perdió durante el mes anterior, para tomar un respiro mientras nos preparamos para montarnos en un nuevo tren de gastos y tomar un nuevo impulso que nos permita utilizar los recursos de manera más productiva.
Aun así, esos momentos de efímero optimismo, de derroche y de alegría sirven para que las cosas buenas que se anhelan llenen el espíritu y logren vaciarlo de las malas que lo agobian.