Pobres criaturas
Por: Gonzalo Restrepo Sánchez
La adaptación de la novela de Alasdair Gray se convierte, en manos del director griego Yorgos Lanthimos en una deslumbrante fábula fantástica sobre una mujer —con una Emma Stone enorme [como Bella Baxter, una joven revivida] y con todas las probabilidades de ganarse el “Oscar” a mejor actriz —. Además, y coincido con otros críticos de cine, que es una película que podría imaginarse el reverso del mito de Frakenstein.
En una Inglaterra victoriana, y por tanto tan farsante como barroca, un galeno desequilibrado —al que da vida Willem Dafoe— resuelve revivir a una mujer preñada después de un infausto suicidio. La idea no es otra que ubicar el cerebro todavía vivo de la criatura, en la cabeza de la difunta. Pero más allá de expresar asuntos de la trama, en lo estrictamente cinematográfico, la película da verdaderas lecciones de puesta en escena, timing, colores, y música.
No es hablar de un monstruo [o criatura] como una mujer totalmente libre y con el organismo de una hembra desarrollada y la mente todavía no dominada de un bebé. De pronto [y lo afirmo] es un asunto particularmente sexual. Y lo es, no por lo sensorial en su sentido más refinado y empalagoso, sino por insubordinado (el personaje Bella lo es). ¿Qué quiere esto decir? Así Levine (2002) lo afirma: “El modo en que la desnudez erótica se desenvuelve —se presenta y es—, esboza los fenómenos originales del impudor y de la profanación (p.267). Hacía largo rato ya, que ese cine comedido y reservado a todo el mundo, no osaba tanto y de manera tan frontal y radiante.
En “El yo y la totalidad” (2002) de Levine cuando plantea que “[…] más allá de ese modelo de pensamiento enfocado hacia la identidad y unidad, que privilegia la semejanza y anula la alteridad primordial de lo radicalmente otro, el filósofo se decanta por un paradigma alternativo que consiste en “pensar lo infinito, lo trascendente”, que repercute en toda identidad, pero de manera simultánea es su condición de posibilidad, ya que cada aproximación a la comprensión [como un acto mental], [está] en cada búsqueda […] (Fernández, 2205, p.426). Y es que el paradigma se halla de forma evidente en el personaje de Bella. Y a partir de esta reflexión de Levine se resumen un filme de altos quilates.
La cimentación audiovisual, en lo visual y en sus tiempos, prevalece por lo tanto en asuntos estéticos y fuertemente argumentales [no cometeré spolier]. A la pregunta: ¿cuál es el tiempo perfecto para que un plano —su distancia— o qué colores condensan un explícito placer u otro? Pues “participar” el espectador (como prótesis simbólica) del asistente a la sala de cine en el espectáculo audiovisual que “Pobres criaturas” propone para conseguir agrietar puertas realmente atrayentes a argumentos de imagen, puesta en escena y de montaje. Personajes que ambicionan hallar su propio lugar y gradualmente conquistar la búsqueda de la libertad.