Cuento

El Padrino

“El Cuento de Pedro”

Por: Pedro Norberto Castro Araujo 

Del pasado quedan recuerdos felices o no, con ello importante es, tener alimentada el alma con aquellos momentos llenos de anécdotas que enriquecen el espíritu y que nuestra mente trae al presente para alimentar el ánimo y bienestar. Recuerdos llenos de amor donde la fraternidad es la dulce compañera.

Realmente el nombre escogido por mi madre para mi era el mismo de mi padrino, ella quería hacer honor al cariño de amistad, hermandad y familiaridad por ello quiso colocarme el nombre de Álvaro José.

Álvaro por Álvaro Becerra y José por mi padre José Guillermo Castro, nombre que sólo logré tenerlo por minutos por cuanto fácilmente fue destronado en el mismo momento en que me encontraba  en brazos de mis padrinos  y frente a la pila bautismal; en ese instante mi padre aceptó  las sugerencias del historiador don Pedro Olivella y de un tajo pidió al sacerdote corregir la partida de bautismo, colocarme el nombre de Pedro Norberto Castro Araujo en honor al primer Castro que inició el incremento de nuestro núcleo familiar desde el año de 1840.

De Álvaro Becerra recuerdo las visitas concebidas diariamente en casa del sacerdote Armando Becerra Morón donde en la vespertina de la noche se sentaba a conversar de muchos temas de interés con el presbítero y las obligadas  tertulias dominicales en casa de Jairo Becerra Murgas, hijo del folclorista Andrés Becerra Morón, donde en dúo con mi padrino  hacían honor a su casta vernácula deleitando con sus cuentos y anécdotas macondianas a quienes religiosamente acudíamos a esa cita. 

Era fácil encontrar allí a mis padres Pepe Castro y María Mercedes Araújo, a Popo Daza con Milady y sus hijos, a Gustavo, Alex y Jaime Luis Becerra, Jorge y Maricela Calderón Becerra, Chave Morón, Paulina Becerra, Unaldo Rocha, Agustin Uhia, Jike Cabas y a su esposa Leo, Santos Carrascal, Elver Araújo, Dario Zalabata y Óscar Martinez y a todo el Becerrismo en pleno.

Álvaro ajustaba sus meñiques en los bolsillos delanteros de su guayabera y revestido de prosa propia contaba con mucha chispa y colmaba a sus espectadores de detalles repletos de relatos del ayer y de hoy, con su innata jocosidad le sacaba punta a cada una de sus ocurrencias.

Álvaro Pío con su creatividad cultural  mantenía grabada en su mente segmentos de la  riqueza inmaterial de nuestros pueblos, la misma perdida por el tiempo y esfumada por el paso de los años. Pepe Castro desviando  su talento dejó  a un lado la escritura y promulgación de apuntes históricos y sociológicos para compilar en dos libros y miles de columnas numerosos cuentos provincianos.

Era frecuente escuchar a Álvaro Becerra hablar del cuento del “Gallo Capón” o el de “La vaca la cachito filúo” o referirse a jocosidades  cuando alguien consumía mucha comida: “Ese ajustó hasta donde se abrocha Suárez”  para  comparar que quedó más jarto que marido de fondera o como burro soguiao comiendo maíz en mochila.

Hacía alusión  al cuento del  donador de órganos a quien le preguntaban que confirmara qué órgano iba a donar? a lo que respondía “Mi pene”, se para por favor y me confirma? a lo que advierte el ferviente donador: No, si se para ya no lo doy.

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