Opinión

Las tres Sofías

Por: Patricia Berdejo

Vaya uno a saber las causas, los traumas y los conflictos que derivan en disfunciones de la conducta humana y especialmente en el caso de los violadores, agresores o depredadores sexuales o mejor conocidos como “monstruos”.

Día a día se incrementa esta barbarie, ante la mirada impotente de una sociedad que los repudia y que intenta hacer justicia a “motu proprio” en algunos casos, ya que nuestro sistema judicial, en su brutal complicidad, cede casa por cárcel a estos psicópatas, los libera, los absuelve y los deja a la “monda lironda”. 

Sin competencias jurídicas, sin el arbitrio propio de los jueces y lejos de ser eruditos en asuntos del comportamiento, avergüenza la inconcebible laxitud de nuestro pútrido y anacrónico sistema penitenciario. Es inadmisible, además, que una dama que convive con un maldito de este talante, ignore por completo su tendencia por “la carne tierna”, por los niños en su etapa de límpida inocencia y su pasión por la sangre y demás aberraciones, desquicios y desvaríos.

Mirar las noticias con estupor, inconmesurable dolor y con la certidumbre de que el flagelo es imparable, no augura la extinción de una conducta anómala y esquizofrénica, pero sí debe convertirse este nuevo episodio de Sofía Delgado, en motivo de empatía para transformarnos en ciudadanos más exigentes con nuestras instituciones y menos pasivos a la hora de proteger y velar por la integridad y el bienestar de la niñez. 

Asombra la presencia de tres chiquillas, coincidencialmente llamadas Sofía, en el universo de este perturbado; pero estremece y lacera aún más la anuencia y la facultad de nuestros togados para soterrar el accionar de estos pervertidos.

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