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Las corralejas: Fiestas que aún no se apagan

Por: Roque Filomena

Las fiestas en corralejas nacen en la Región Caribe, las faenas, que en un comienzo se realizaban en las haciendas como una escuela del manejo del ganado, se fueron convirtiendo paulatinamente en un espectáculo, pues eran presenciadas por amigos, parientes e invitados del dueño, quien preparaba un gran jolgorio para dicho evento, el cual hacían coincidir con la fiesta patronal religiosa, cosa que aún se hace en la mayoría de los pueblos de esta región.

 A partir de ahí, estos espectáculos empiezan a evolucionar, y es así como surge todo un andamiaje generacional entre ganaderos, 8empresarios, vaquiadores, seleccionadores de toros de lidia, amarradores, transportadores,  armadores artesanales y familias enteras que han heredado el oficio de construir, de pueblo en pueblo, las gradas, el ruedo, palcos y todos los elementos que conforman la estructura de las llamadas corralejas; al tiempo en que se fueron entrenando manteros, capoteros, banderilleros,  garrocheros, y los más avezados, los saltadores, que corren hacia el toro de frente para brincar en forma espectacular por encima de sus cuernos; y como complemento de este tipo de exhibición, las infaltables bandas de viento que interpretan una y otra vez los afamados porros y fandangos de corte alegre y bullanguero, que amenizan estas peligrosas y atrevidas faenas.

 Pero los toros más famosos de las corralejas no son los que han mostrado una excepcional bravura durante su brega o los que han permitido una mejor lidia a los manteros, sino los que más hechos lamentables han causado en sus presentaciones, con todo un historial de crueldad y de dolor que empañan este tipo de festividades, actos atroces que nos llevan a concientizarnos a que sean las medidas preventivas y la prudencia del público las que dominen las buenas fiestas y no las malogradas hazañas que redundan el espectáculo de la tragedia humana, protagonizada, generalmente, por 6inexpertos que ingresan al ruedo por diversión, muchos en estado de embriaguez y otros por algún dinero, que  en una sola tarde de euforia y licor cobran varias víctimas, producto más de la imprudencia del hombre que del instinto animal. 

Sin embargo, estas fiestas están tan arraigadamente encendidas por las imbatibles llamas de la tradición popular y fuertemente sustentadas por un espíritu patriótico  que se mezcla con un sentimiento de cultura patronal y con una idiosincrasia que los pueblos han forjado con sus más vivas historias y creado sus propios personajes en medio de costumbres y aconteceres, que fluye espontáneamente para construir un legado autóctono tan prendido en la memoria de los pueblos que aún, en  muchas regiones, nadie opta por apagar.

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