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El pueblo en Francia que se quiere iluminar con organismos vivos

Luciérnagas, hongos y peces tienen la capacidad de brillar a través de la bioluminiscencia.

En una tranquila habitación de un centro de vacunación contra el coronavirus en Rambouillet, una pequeña ciudad francesa a unos 50 kilómetros al suroeste de París, una suave luz azul emana de una fila de tubos.

En fechas próximas, el mismo resplandor azul iluminará la cercana Place André Thomé y Jacqueline Thomé-Patenôtre.
Pero a diferencia de las farolas estándar, que a menudo emiten un fuerte resplandor y necesitan ser conectadas a la red eléctrica, estas luces son alimentadas por organismos vivos a través de un proceso conocido como bioluminiscencia.
Este fenómeno, en el que las reacciones químicas dentro del cuerpo de un organismo producen luz, se puede observar en muchos lugares de la naturaleza.
Organismos tan diversos como las luciérnagas, los hongos y los peces tienen la capacidad de brillar a través de la bioluminiscencia: está presente en el 76% de las criaturas de aguas profundas.
Estos experimentos también están en marcha en toda Francia, incluso en el aeropuerto Roissy-Charles-de-Gaulle de la capital.

Luciérnagas


Los ejemplos de bioluminiscencia en el mundo natural son muchos.
Las luciérnagas se iluminan para atraer parejas, mientras que algunas especies de algas brillan cuando se agita el agua circundante.
El rape (un pez de aguas profundas) permite que bacterias bioluminiscentes se establezcan en un lóbulo sobre su cabeza como un señuelo tentador para sus presas.

La mayoría de las especies oceánicas bioluminiscentes emiten una luz azul verdosa que, debido a las longitudes de onda más cortas de los colores, puede viajar más lejos en el océano.
Algunas luciérnagas y ciertos caracoles brillan de color amarillo, y se sabe que el llamado “gusano ferroviario”, una larva de escarabajo nativa de las Américas, se vuelve rojo y amarillo verdoso en un patrón que se asemeja a un tren por la noche.
Incluso se ha descubierto que algunos roedores nocturnos que se encuentran en el sur de África tienen cabello que produce un brillo biofluorescente de color rosa intenso.


Las luces de Francia
El brillo azul turquesa en la sala de espera en Rambouillet proviene de una bacteria marina recolectada en la costa de Francia llamada Aliivibrio fischeri.
Las bacterias se almacenan dentro de tubos llenos de agua salada, lo que les permite circular en una especie de acuario luminoso.
Dado que la luz se genera a través de procesos bioquímicos internos que forman parte del metabolismo normal del organismo, su funcionamiento casi no requiere más energía que la necesaria para producir los alimentos que consumen las bacterias.
Se agrega una mezcla de nutrientes básicos y se bombea aire a través del agua para proporcionar oxígeno.
Para “apagar las luces”, simplemente se corta el aire, deteniendo el proceso al enviar la bacteria a un estado anaeróbico donde no produce bioluminiscencia.
“Nuestro objetivo es cambiar la forma en que las ciudades usan la luz”, dice Sandra Rey, fundadora de la empresa emergente francesa Glowee, que está detrás del proyecto en Rambouillet.


“Queremos crear un ambiente que respete mejor a los ciudadanos, el medio ambiente y la biodiversidad e imponer esta nueva filosofía de la luz como una alternativa real”.


Los defensores del proyecto argumentan que la bioluminiscencia producida por bacterias podría ser una forma sostenible y eficiente en energía para iluminar nuestras vidas.
La forma en que actualmente producimos luz, argumenta Rey, ha cambiado poco desde que se desarrolló la primera bombilla en 1879.
Si bien la bombilla LED, que surgió en la década de 1960, ha reducido significativamente los costos de funcionamiento de la iluminación, todavía depende de la electricidad, que se produce en gran parte por la quema de combustibles fósiles.


Glowee
Fundada en 2014, Glowee está desarrollando una materia prima líquida, en teoría infinitamente renovable, hecha de microorganismos bioluminiscentes.

Se cultiva en acuarios de agua salada antes de envasarse en los tubos.
El proceso de fabricación, afirma Rey, consume menos agua que la fabricación de luces LED y libera menos CO2, mientras que el líquido también es biodegradable.
Las luces también usan menos electricidad para funcionar que las LED, según la compañía, aunque las bombillas Glowee producen menos intensidad de luz que la mayoría de las bombillas LED modernas.
Si bien las luces de Glowee actualmente solo están disponibles en tubos estándar para eventos, la compañía planea producir pronto varios tipos de mobiliario urbano, como bancos para exteriores, con iluminación incorporada.
En 2019, el ayuntamiento de Rambouillet firmó una sociedad con Glowee e invirtió US$109.000 para convertir la ciudad en “un laboratorio de bioluminiscencia a gran escala”.
Guillaume Douet, jefe de espacios públicos de Rambouillet, cree que si el experimento tiene éxito, podría conducir a una transformación en todo el país.
“Se trata de una ciudad del mañana”, dice Douet. “Si el prototipo realmente funciona, podemos implementarlo a gran escala y reemplazar los sistemas de iluminación actuales”.

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