“El exorcista: creyente”
Por: Gonzalo Restrepo Sánchez
Se estrenó en Colombia “El exorcista: creyente”, pero antes de analizarla es preciso hacer un pequeño preámbulo. La película “El exorcista” (1973) basada en la novela de William Peter Blatty, contó con William Friedkin en la dirección. Un cineasta que se definió por no andarse por las ramas a la hora de brindar vibraciones fuertes y que, respecto a esta película fue competente de rodar escenas de pavor tan extremas y hasta blasfemas —la violación con el crucifijo aún no ha podido ser superada—, que ni siquiera hoy día se logran observar en cualquier otro título sobre este género.
“El exorcista” es una obra maestra del género que atrapa por lo actual que sigue siendo, por su original guion —ganador del “Oscar”— y por las actuaciones sublimes de todos sus histriones. Entiéndase Ellen Burstyn como la resignada madre de Regan, la niña poseída o Max von Sydow, el actor que encarnó al padre Merrin. Es más, la película es y sigue siendo todo un fenómeno sociológico —por todo lo que provocó en su momento en temas como las posiciones diabólicas.
Ahora, David Gordon Green extiende pues sus tentáculos a una secuela de “El exorcista” (1973) —un clásico del género de terror— y que merece ser homenajeado por los 50 años que cumple en este 2023, y por ser una de las películas más memorables del reciente fallecido William Friedkin. Y digo merece, ya que esta versión nada que ver con la película ya mencionada por ser un filme que no cumple las expectativas y atributo para tal homenaje.
Además, diría que un mal guion frente a las técnicas del género de terror. Ni rescatando siquiera, a las dos protagonistas del filme de 1973: Linda Blair y Ellen Burstyn (hija y madre en la cinta) y que aparecen al final del filme de Gordon Green. Con sinceridad, “El exorcista” (1973) no se merece esta secuela, donde reitero: nada que ver.
Al volver un poco la mirada a este nuevo título, dos niñas son el principal eje de la trama. Ángela (Lidya Jewett) y su amiga Katherine (Olivia O’Neill) quienes se internan en un bosque colindante al colegio donde estudian para tratar de conversar con el espíritu de la madre de la primera (perdón por el spolier). Y si bien, Gordon Green atina al jugar a través del sonido y el montaje con las expectativas del público en la primera mitad del filme, en la segunda mitad dichas posibilidades desaparecen fraccionadamente. De todas formas, en este llano punto de partida de una nueva narración de posesión demoníaca, al menos, hay una idea que resulta curiosa: la doble posesión que turbará de forma equiparada, a las dos niñas.
No sé hasta qué punto se pueda contrarrestar ambas películas citadas en este artículo, si tenemos en cuenta que una es un ícono de cine de terror, y que la reciente logra apenas los más mínimos momentos de espanto. No hay forma de comparación, pues los sentimientos que llegan al espectador son los que marcan la pauta y ellos tienen la última palabra.
Para “El exorcista: creyente” —y siendo un poco benévolo—, me permite escribir que nos hallamos ante una película imperfecta con algunas buenas ideas y no siempre bien finalizadas. Se compensa que, en un argumento en el que se intenta aproximar a la creada por William Peter Blatty al público actual, lo que sucede es que se rechace el sobresalto por el sensacionalismo obligado, y que poco inquieta al espectador.
David Gordon Green no es un principiante en este terreno. Conoce acerca del cine de terror, sabe intachablemente lo que es “El exorcista” y sabe rodar. Pero en este su reciente filme lo ha ensoberbecido todo: el material de origen, y la coyuntura de representar la película de William Friedkin.