La gota fría
“El Cuento de Pedro”
Por: Pedro Norberto Castro Araujo
Poncho y Emilianito jamás han sido políticos, pero como dice mi compadre, cuando se trata de apoyar a un hijo hay que sudarla; precisamente esto hacemos sobre todo cuando nos encontramos en la recta final de una campaña exitosa donde se respira el fervor y entusiasmo de un pueblo subyugado por grilletes y cadenas que aclama su libertad.
Después de varios correcorres las avispas africanizadas hicieron de las suyas, corretearon a nuestros equipo de trabajo cuando nos encontrábamos junto a Poncho en un ejercicio democrático al lado de la periodista Irina Fernandez y sus colaboradores, haciéndonos sudar la gota fría.
Junto con Juan Manuel Martinez, Yolanda Mattos, Rafael Valle Cuello, Félix Gutiérrez, Orlando Mejía, Nando Osorio, José Molina Daza, Rodolfo Galindo, Gustavo Savedra y Tobías Pumarejo decidimos reírnos y dejar como anécdota el cuento de las abejas para emprender un viaje rumbo a los corregimientos del norte del municipio de Valledupar. Allí nos reunimos con miembros de las comunidades ancestrales, koguis y arzarios, quienes llenos de entusiasmo desde la nevada bajaron desde lo más alto de la serranía a dar un grito de libertad, al igual que los pobladores de El Alto de la Vuelta, donde la familia de Graciliano Guillen y sus líderes locales asumieron el compromiso superior de votar por la hija de Poncho Zuleta, en Los Corazones, Guacochito y Guacoche, la comunidad se tomó la plaza local para aplaudir al progenitor de la candidata con mayor probabilidad de éxito y darle un rotundo sí a su propuesta programática.
Lo cierto es que quien siembra recoge, mi compadre Poncho durante años ha esparcido amor, no solamente en Valledupar sino en cada población del departamento, extendiendo su música, amistad y afecto al pueblo colombiano y como protagonista durante décadas de la música vernácula ha entregado cariño al mundo entero.
Mi compadre Poncho se define como un campesino y en verdad lo es; se considera un campesino con suerte por el talento que Dios le dio, de ser según él, “un medio cantante”. No hay rincón del departamento que no se regocije con la presencia de Zuleta, por ello los cesarenses votarán por quien diga Poncho, advirtiendo que no solo por ello, sino porque Claudia Margarita se lo ha ganado ha sudado su camiseta pero además atrae con su discurso meloso y sus propuestas sabias y transparentes.
El pueblo del Cesar se aburrió de la soberbia y prepotencia de sus gobernantes, de la intransigencia y de su nepotismo electoral, su andamiaje ha venido cayendo a pasos agigantados, por ello hoy más que nunca se requiere el cambio que el pueblo aclama.
Zuleta pide de corazón a sus amigos que lo acompañen en esta gesta democrática votando por las propuestas más serias encarnadas en Claudia. Lo hace con fervor y fe, invoca la memoria de sus seres queridos; como la de su papá Emiliano Zuleta Baquero, la vieja Sara, Carmen Diaz, Toño Salas, además la de Leandro Diaz, la de su padrino Escalona y la de su compadre Pepe Castro, padrino de Claudia Margarita.
Humildemente pide a Dios, rey supremo del universo, a Santo Tomás de Villanueva, al Eccehomo del Valle, a San Francisco de La Paz, a la Divina Pastora de Codazzi, a la Torcoroma de Río de Oro y a la Virgen del Carmen de Manaure, que iluminen el camino de su hija. Sostiene que antes de morir, los reconocimientos por su labor artística son suficientes, sólo pide al pueblo un reconocimiento especial; el pergamino electoral que reconozca a su hija como primera gobernadora electa por elección popular del departamento. A cambio promete al pueblo de el Cesar que si su hija queda mal, ese día se acaba la música de los hermanos Zuleta.
Realmente con el discurso y la propuesta política de nuestra candidata a sus contrincantes les cayó la gota fría, no solo al verla en el escenario electoral sino por su brillantez e inteligencia, porque cada día convoca a más adeptos que se suman a sus propuestas políticas; al igual que a Moralito a quien le cayó la gota fría cuando se enfrentó con su abuelo Emiliano Zuleta Baquero una tarde en Urumita arrasando con las notas de su acordeón a su contenedor.