Valledupar, ciudad de santos, de reyes, tierra de dioses
Por: Yarime Lobo
Seis de enero encierra y simboliza mucho, en este plano de la esfera terráquea es una especie de simbiosis de seres heterogéneos con pinta de reyes, que se enfrentaron con seres homogéneos con plumaje de dioses, para imponerse el uno sobre el otro, forzando y forjando de manera cruenta una nueva historia de tal encuentro.
Era un lugar señoreado, poseía un orden establecido por nativos residentes de lo que comenzarían a llamar el nuevo mundo, quienes asaltados en su buena fe, padecieron por las vías de hecho la imposición con derramamiento de sangre de un orden viejo con pretensiones y promesas de ser “homogéneo”, pero que finalmente arrasó lo ya existente cobijados en juicios y pareceres venidos de un mundo viejo que desconoció de tajo la homogeneidad ya existente en la esquina de lo que llamaron Las Américas.
Un territorio que decían haber descubierto y cuyos habitantes fueron tratados como animalitos sin conocimiento y civilización alguna, literalmente tratados como sacados del monte, con esa noble inocencia que los hizo incautos, deslumbrados por el reflejo de los espejos con los que les hipnotizaron.
La llegada a señorear de ese colonialismo de estafas, saqueos y atropellos, que como todo cazador, buena sangre derramó buscando capturar y doblegar mediante el miedo esas almas felices del nuevo mundo, que pasaron a ser esclavas y propiedad de esos seres heterogéneos del viejo mundo, que distinto a florecer y fructificar, venían a poseer y extraer las riquezas, armonía y homogeneidad de estas latitudes.
Fue de esta manera como obtuvieron vía libre para tomar a sus anchas todo incienso, toda mirra, todo oro, amparándose en creencias religiosas que apaciguaban los ánimos y les facilitaron finalmente imponerse en estos valles de aborígenes, liderados en aquel entonces por el gran Cacique Upar.
Al cabo de varios intentos fundacionales fallidos, bautizaron el territorio como a bien estimaron: Ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar en el año 1550. Desde entonces por las aguas del río frío que baña estas tierras mucha agua ha corrido por arriba y por abajo, unas corren cristalinas otras han corrido coloradas.
Esta fecha marca un antes y un después en este territorio que inspira realismos de corte mágico que son como vientos que llevan consigo cuentos, que permiten que se escuchen cantos, se sientan risas y llantos, muchos son los aires que soplan y han soplado permitiendo elevar cometas que prometen besos de la tierra a los cielos, se hacen tonalidades que cual esencias cargadas de aliento de vida hacen de este valle, vallenatias que cuentan de diversas formas y maneras la llegada a sus 474 años de existencia.
De una madre hecha tierra que fusiona el choque interracial de dos mundos que transmutaron las lágrimas en los regazos que se dibujan en las faldas de la Sierra Nevada cual pentagrama que deja ver este valle de voces maternales, centenarias y bravías, remembranzas de un pueblo que canta haciendo de su día a día aquel diario vallenato lleno de música, que cuentan lo cotidiano, albergando siempre en los adentros de esa tríada de instrumentos que dan cuenta del cruce racial esas poderosas leyendas de este Valle del Cacique Upar.
Un día como hoy recuerda una historia que se escribe como lo que es y no dejará de ser el diario de la vida: Un día a la vez.
A esos seres que recogen en su ADN este cruce racial de dos mundos, de lo heterogéneo y homogéneo, de la mente y el corazón, de los ojos del Santo que si no ve no cree en contraste con aquel que ve con los ojos del alma, a esos seres semejantes que simbólicamente desde el 1 de enero se coronaron por cuatro años como reyes de lo ejecutivo, a ellos les envio mis respetos, el anhelo infinito de que gobiernen con conciencia de lo eterno, con ciencia, sabiduría y mucho amor, que le apuesten a dejar huellas de grata recordación para sus coterráneos que los eligieron y los que no, que sean referente de guía y buen ejemplo para futuras generaciones.
Que ante el galopar salvaje y depredador de esa mente que muchas veces gobierna acompañada de la junta directiva de esos siete egos que les llaman pecados capitales, apelen a esa santidad de lo íntimo que permite apaciguar las cruentas batallas del bien y el mal. Apelen a ese bien mayor, a ese bien general para que logren finalmente fundar lo que parecía infundable, permítanse ser guiados por sus almas más allá de los acuerdos bajo cuerdas, pues es en ellas donde reside la luz que nos hace a imagen y semejanza de aquel que a todos nos creo y suelen llamar Dios (“sois dioses pero lo habéis olvidado”).
No olviden que comienzan a reinar un territorio que clama a gritos el cese de estafas, saqueos y atropellos. Gobiernen homogeneizando la santidad, el reino y la divinidad que en los adentros de cada uno de ustedes mora y se hace poderosa cuando llevan cautiva la mente al corazón.
Sigan escribiendo la historia de este pueblo al que nuestros aborígenes llamaron Zazare, lideren un orden lleno de esperanzas que permitan a esta tierra mantener en pie ese matriarcal grito soberano, que da vida a esas tradiciones que se defienden orgullosos del significado que nos regalara esa valiente mujer llamada María Concepción quien con férrea convicción se levantó contra todo pronóstico como toda una Loperena y exclamó a todo pulmón: LIBERTAD!!!
Que este 6 de enero sea propicio para clamar una vez más por la abundancia simbólica de ese incienso, de esa mirra y ese oro en cada humanidad que habita estas tierras del Valle del Cacique Upar.
Feliz cumpleaños amado y sentido Valle del Cacique Upar.