Opinión

Chao 2025, bienvenido 2026


Por: Elba Bonet

Esta es mi última columna del año y no podía cerrarlo sin decir gracias.

Gracias a quienes se han montado en este viaje conmigo; a los que, cada semana o cuando el tiempo lo permite, leen mis líneas, las sienten, las interpretan y las hacen suyas.

Hoy despido el 2025 con amor y gratitud. Un año que me enseñó que no todo lo que queremos lo podemos tener y que, aunque muchas veces no entendamos los planes de Dios, su propósito siempre es perfecto.

Este año me puso a prueba. Me mostró que no soy tan fuerte como creía y también que está bien no serlo.

Caí bajo. Aprendí que no siempre puedo sola y que las ayudas, cuando vienen de la persona indicada, son la mejor cura para el alma.

Agradezco a esos amigos y no tan amigos que me escucharon y entendieron mis silencios. Agradezco profundamente a quienes, incluso desde la distancia, en cada lectura de mis columnas se volvieron cómplices de una lucha interna que viví día a día.

El 2025 me dejó una lección clara: la vida no tiene que ser perfecta y no todo está bajo nuestro control. No se puede obligar a nadie a quedarse; las amistades se acaban, los amores que no eran reales también, y cuando el NO viene de Dios, no hay nada que lo cambie, porque ese NO también es protección.

Aprendí que aferrarse a alguien o a algo no es sano y que las red flags no están para ignorarse, sino para verse y entenderse.

Hoy soy más consciente de que no debo apagarme para agradar. Mi luz no le gusta a todos, pero sé que mi actitud y mi brillo son esperanza para otros. Por eso hoy les digo: ámense, valórese y luchen por lo que son y por lo que quieren.

El dolor no es el destino, es solo el camino. Sé que muchos han vivido decepciones, pérdidas y desatinos de todo tipo, pero quiero recordarles algo: al final del túnel siempre hay una luz, y cuando llegamos a ella, brillamos con más fuerza.

Agradezco a Dios por sacarme de lugares donde no encajaba, por enseñarme que amarme y cuidarme también significaba alejarme de personas que creía que eran mis amigos. Pero, sobre todo, gracias por mostrarme quiénes sí lo eran, porque permanecieron, me cuidaron y fueron refugio.

Gracias también a los nuevos que llegaron, a los que han conocido y amado esta nueva versión de mí: más tranquila, sin afán de agradar, sin prisa por ser.

Hoy quiero agradecer de manera especial a quienes me leen, porque gracias a ustedes este 2025 recibí el reconocimiento como Columnista del Año. Este logro no es solo mío; es de cada persona que se detiene a leer, a sentir y a encontrar en mis palabras un espejo, un abrazo o una respuesta. Gracias por creer, por acompañarme y por darle sentido a cada historia que escribo.

Recibamos el 2026 con amor, con fe y con el corazón dispuesto. Que sea un año donde nos tratemos con más compasión, donde entendamos que sanar no es olvidar, sino aprender a seguir sin cargar culpas ni miedos. Que el 2026 nos encuentre más conscientes, más agradecidos y más fieles a quienes somos.

Estoy convencida de que será un año de nuevas oportunidades, de reencuentros con nosotros mismos y de sueños que, aunque tarden, llegarán en el momento justo. Resurgiremos como el ave fénix, no desde la rabia ni desde el dolor, sino desde la sabiduría que dejan las caídas.

Que el 2026 nos enseñe a soltar sin miedo, a elegir sin culpa y a caminar sin prisa. Que sea un año donde aprendamos a quedarnos donde somos prioridad y a irnos de donde no. Un año para creer más, confiar más y vivir con intención.

Yo seguiré aquí, escribiendo desde el alma, desahogándome con ustedes, contando historias que quizá a pocos les interesen, pero que a muchos les sanan; acompañándolos en el camino y siendo, como siempre, su contadora de historias de confianza.

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